11 septiembre, 2007

Recuerdos

Son ya 11 años... y aún sigue vivo en nosotras el recuerdo de dos pequeñas colegialas inventando un sinfín de mundos para escapar del nuestro.

Un día éramos astutas detectives y otras nos empeñábamos en encontrar al demonio en el túnel del foso.

Juntas huíamos de las burlas de los compañeros, porque la otra era nuestro refugio.

Como dos preciosas pilluelas nos colábamos en la capilla del Padre Angel y entre risas hurtábamos las ostias sagradas.

Muchas veces te eché de menos y te busqué entre mis recuerdos, algunos en los laberintos de mi mente, otros en una pequeña carpeta que guarda testimonio de nuestra amistad.

La vida nos separó y después de muchos años nos vuelve a reunir... siempre lo digo, la vida está llena de encuentros y desencuentros y ahora nos toca a nosotras.

Alguna vez pensé como te habría ido, qué habrías estudiado, si habría aparecido esa persona especial, en qué trabajarías, cómo estaría tu familia pero nunca cupo en mí la posibilidad de que compartiéramos algo tan horrible como la anorexia y la bulímia.

Sé lo que quieres decir cuando gritas desesperada que te deje, que no se acerque a tí y sin embargo te abraza y te llena de ella hasta que te agota y miras de reojo la delgada línea que separa la derrota de la vlountad.

Sé de la soledad de la que hablas, de la cárcel que inventamos para aislarnos, de las exigencias a nuestro cuerpo, a nuestra mente, a nuestros seres queridos... y del abandono que sufrimos por gente a la que amamos ó a su indiferencia.

Sé de intentar autosuficiente, tratar de convenverte y de convencer a los demás de que no los necesitas...

Sé de crecer con miedo, con miedo a fracasar, a no saber, a no superar, a no conseguir... de encontrate con el vacío, con la nada...

Y sé de la tristeza...

La tristeza es la única palabra con la que nos identificamos, la palabra con la que intentámos explicar lo que nos pasa, en ella nos bañamos, de ella nos alimentámos y a ella la acabámos respirando.

Tristeza... una palabra tan bella y a la vez tan destructiva. Cuando la pronuncio evoco el color azul porque es tranquilo, relajante y me ayuda a no pensar. Es como el mar.

Eres un ejemplo a seguir, espero que tu familia y tu esposo te ayuden a seguir encontrando ese amor del que hablas, esa paz que tanto anhelas.

Mientras tanto, aunque con 11 años de retraso sigo aquí, quizá con algún kilo demás y la cara un poco más adulta pero con la misma ilusión de cuando éramos pequeñas porque nunca se debe dejar de ser niña.

Cogámonos de la mano y volvamos a pedirle un autógrafo al adiestrador de los halcones, tú y yo seguro que volveríamos a hacerlo...

Animo!.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No hay palabras...
sólo agradecimiento,
sólo amor,
sólo un bello sueño realizado,
gracias
a una amiga -la mejor-
que tuve yo.